El desnudo femenino como herramienta de empoderamiento
De la cosificación del desnudo femenino al empoderamiento, hay un paso. Y para darlo es necesario cambiar no solo el punto de vista, sino también el centro de control: que, de una vez por todas, las mujeres pasen de que otros decidan por ellas a tomar las riendas de su vida y de su cuerpo, eligiendo por sí mismas cómo, cuándo y por qué mostrarlo. O no hacerlo en absoluto.
Dicho así parece fácil. Y lógico. Pero, en la práctica, no resulta tan sencillo. En los últimos tiempos, celebrities como Emily Ratajkowski o Lena Dunham han tenido que soportar todo tipo de juicios sexistas (venidos tanto de hombres como de otras mujeres) por el simple hecho de desnudarse. Por el simple hecho de ser sus únicas dueñas. ¿Dónde está el problema?
Muy probablemente, en que no todo el mundo entiende que la decisión de mostrar el cuerpo o no solo le corresponde a la mujer que grita sí o dice no a esa desnudez. En que no todo el mundo entiende que, porque una mujer se quite la ropa, no es más ni menos que otra que lleve falda de flores, pantalones ejecutivos, escote de vértigo o pañuelo en el pelo. Y, por ende, en que no todo el mundo puede dejar de sexualizar al género femenino y asumir que un pezón, unas caderas con estrías o una axila sin depilar son tan naturales como, por ejemplo, una barba masculina.
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Una vez más, la cultura machista occidental se presencia en forma de injusticia para las mujeres. Y es ahí donde el feminismo aún ha de defender (con uñas y dientes) y luchar (a muerte) por el derecho al desnudo al igual que defiende y lucha por el resto de derechos que, por desgracia, aún quedan por conquistar. Sin frivolidades. Con convicción. A través de un selfie en Instagram o de lo que a él, y a ellas, les dé la gana.
Alba Galocha, Miranda Makaroff y otras chicas (valientes)
Para una mujer, desnudarse no debería suponer un gesto de valentía sino algo normal. Sin embargo, desde pequeñas, a muchas les han inculcado que sus cuerpos son motivo de vergüenza, un símbolo sexual o sinónimo de éxito o fracaso social. No únicamente cuerpos, como en el caso del hombre.
En nuestro país la lucha continúa con personalidades a prueba de gestos heteropatriarcales como las de la modelo Alba Galocha y la actriz Verónica Echegui, quienes protagonizaron un sublime topless en IG por el cuerpo de la mujer, o las artistas e influencers Miranda Makaroff y María Forqué, cuyos perfiles en esta red social se convierten a diario en un canto a la belleza femenina y feminista más allá de la sensualidad.
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¿Y Kim Kardashian qué?
El caso Kim Kardashian pide una reflexión aparte. Pues algunos afirman que en concreto lo suyo es puro negocio y no feminismo.
El que sus fotos de Instagram cosechen millones de likes (y, en ocasiones, también de euros) puede despistar un poco; pero fijarse en el aspecto económico del asunto no ayuda para nada al feminismo. Pues no existen feminismos mejores que otros: solo uno. Fuerte, firme, unido y solidario. Y, en el fondo y al margen del número de followers o de los ceros en su corriente conseguidos vía Instagram, la socialité siempre actúa como una mujer libre. Como todas las mujeres del mundo se merecen actuar por el mero hecho de serlo.
MILA GARCÍA
Fotos: Cordon Press e Instagram